lunes, 25 de agosto de 2008

Réquiem por el Bernabéu



Aún conservo vídeos con los partidos más grandes que se celebraron en mi infancia, en el Calderón, Nou Camp, Bernabéu. Eran los primero noventa, cuando el sistema todavía tomaba posiciones y no guiaba la forma de vestir, hacer, ser, de los jóvenes. En los estadios, detrás de las porterías, reinaba el desorden, un vivero de salvajismo. Los estadios, a cambio, regalaban una banda sonora acojonante. Cada campo tenía sus propios sonidos, y lo podías reconocer en esos segundos en que encendías la tele y mientras la imagen no había aparecido ya se escuchaba la narración de Miquel Àngel Picornell.

Aquí también cayó el muro, llegaron los asientos y las familias regresaron enteras y tranquilas a los grandes estadios. Todo fue más civilizado, nos convertimos en gourmets del balón y los tenderetes de las galerías del Bernabéu comenzaron a ofertar hot dogs y palomitas.

La civilización dio paso a la despersonalización y, ahora, en medio del desconcierto, las bocinas han tomado el control. En algunos lugares, al norte y al sur, aún puedes adivinar con los ojos cerrados cuándo se monta con furia un contrataque, cuándo se fuerza un córner o cuándo el equipo local ha puesto cerco a la portería rival. Nada de eso se distingue ya en casa del Real. Y la fiebre avanza.

4 comentarios:

morena dijo...

Que sepa que tiene amonestación en la cretina, como si de fútbol se tratase este comentario...


Besos

Neófito dijo...

Totalmente de acuerdo con el trasfondo del texto. Yo también tenía la enfermiza costumbre de grabar los distintos "partidos del siglo" de mi infancia, aunque con el tiempo me centré en los del VCF y aún conservo algunos (VCF-FCB 3-4 (92-93) es el paradigma de esa época). También soy de los que reconocería Sarrià, Camp Nou o El Plantío por una valla publicitaria en un cromo, pero quizás eso tampoco te signifique como avezado y sí te clasifique en el marco de alguna patología.
A medio camino entre los fondos italianos llenos de grupos con más poder del que merecen ante la quiebra deportivo-moral de muchas de sus escuadras y la huida de parte de sus masas sociales y el modelo de público pacato y palomitero (acrítico, en fin, que es lo que interesa, el espectador que paga por ver y no protesta porque se le ha robado la capacidad de discernir a fuerza de idiotización comercial-mediática (La Liga de las Estrellas como gran epifenómeno)) que buscan los jerifaltes del fútbol español, quizás siga quedando, aunque cada vez más descafeinado, el modelo de la religiosidad británica, a pesar de que lo ideal sería luchar por crear un estilo autóctono.
Ahí va un fragmento de Fiebre en las Gradas de Nick Hornby que se ajusta como anillo al dedo a la temática tratada:

"¿Quién pagaría por una tribuna si el campo entero estuviese lleno de ejecutivos? El club vende las entradas de tribuna y de palco en el bien entender de que el ambiente es gratis, por lo cual es lícito pensar que el Fondo Norte ha generado tantos ingresos como cualquiera de los jugadores. ¿Quién se va a ocupar del ruido a partir de ahora? ¿Seguirán viniendo al campo los chavales de clase media, con sus padres y sus madres, si son ellos los que tienen que generar el ruido y el ambiente? ¿No tendrán la sensación de que les han timado? Efectivamente, así las cosas el club les habrá vendido entradas para un espectáculo cuyo mayor atractivo ha sido eliminado precisamente para dejarles sitio a ellos."

Me uno al réquiem por el Bernabéu (aunque puedo certificar que hace poco lo vi rugir a base de bien y mal que me pese, jejeje!) y me dispongo a entonar el siguiente panejírico, en este caso por Mestalla. Qué mejor lugar para ensalzar la memoria de nuestro "lloc al món" que el blog Últimes vesprades a Mestalla, que me consta que algunos visitantes de esta página ya conocen.

Nota dijo...

Grande neófito, te tenía perdida la pista. Comienzan las fiestas de Moncada, ejem.

El párrafo de Hornby es trágico y demoledor por visionario. En todo caso, una visita al más snob de los campos británicos sigue siendo un ejercicio de reconciliación con nuestras obsesiones, verdad?

Nos vemos.

Neófito dijo...

Llevo todo el verano recorriendo Iberia como si de un Labordeta festivo se tratara.
Las fiestas de Moncà son una buena ocasión para retornar a L´Horta Nord, quién sabe si la cosa acabará nuevamente en corteo banderizo, jajaja!