
Hay quien prefiere el cortejo al triunfo; la estética a la épica; la amenaza al golpe, los medios al fin. Esto es para todos nosotros. La obra del mejor pasador que he visto en tres minutos.
Con todos ustedes, Michael Laudrup.
"No se trata nada más que de vivir."
El Temps de este mes está dedicado casi íntegramente al Mayo del 68. En el editorial, la revista reflexiona sobre la pose estética de los protagonistas de aquellos sucesos y su voluntad de perdurar. Ahí va un extracto y luego una selección de algunos de los eslóganes que se hicieron con un hueco en la lengua popular.
“No hay casi explosiones revolucionarias (Mayo del 68) tan autocomplacientes y autorreferenciales desde el comienzo. Desde el mismo momento de nacer, los revolucionarios pintan consignas en las paredes con la voluntad trascendental del poeta y la urgencia sintética del publicista: quieren convencer con una frase y al mismo tiempo no ser olvidados. En algunos casos convencen, pero sobre todo consiguen sobrevivir como mito para muchos que no estuvieron y para muchos otros que no pudieron estar. Se trata de la primera revuelta publicitaria en que los carteles anónimos adquieren vida propia y superan su destino.”
El arte ha muerto. Godard no puede hacer nada.
Pelis, y no bofia.
Profesores, sois viejos… Vuestra cultura, también.
El saber está hecho polvo. Creemos.
No me liberes, ya lo hago yo.
La barricada cierra la calle, pero abre el camino.
Bajo los adoquines, la playa.
Todo poder abusa. El poder absoluto abusa absolutamente.
El poder recula, dejémoslo caer.
Decreto el estado de felicidad permanente.
La imaginación al poder.
Seamos realistas, pidamos lo imposible.
Yo participo, tú participas, él participa, nosotros participamos, vosotros participáis, ellos se aprovechan.
Hablad con vuestros vecinos.
Rechaza un mundo donde la certeza de no morir de hambre se cambia por el riesgo de morir de aburrimiento.
Otra canción generacional, sociológica, llamadla himno. Bertolucci, Aristarain, Sabina, todos hablan de lo mismo. En estos días de mayo, lo que pudo haber sido…
Sentados en corro merendábamos, besos y porros
y las horas pasaban deprisa entre el humo y la risa.
Te morías por volver con la frente marchita cantaba Gardel
y entre citas de Borges Evita bailaba con Freud,
ya llovió desde aquel chaparrón hasta hoy.
Iba cada domingo a tu puesto del rastro a comprarte
carricoches de miga de pan, soldaditos de plata.
Con agüita de un mar andaluz quise yo enamorarte
pero tú no tenías más amor que el de río de la plata.
Duró la tormenta hasta entrados los años ochenta
cuando el sol fue secando la ropa de la vieja Europa.
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió
mándame una postal de San Telmo, adiós cuídate
y sonó entre tú y yo el silbato del tren.
Iba cada domingo a tu puesto del rastro a comprarte
monigotes de miga de pan, caballitos de lata.
Con aguita de un mar andaluz quise yo enamorarte
pero tú no tenías más amor que el de río de la plata.
Aquellas banderas de la patria de la primavera
a decirme que existe el olvido esta noche han venido
te sentaba tan bien esa boina calada al estilo del Ché
Buenos Aires es como contabas, hoy fui a pasear
y al llegar a
me puse a gritar ¿donde estás?
Y no volví más a tu puesto del rastro a comprarte
corazones de miga de pan, sombreritos de lata.
Y ya nadie me escribe diciendo no consigo olvidarte
ojalá que estuvieras conmigo en el río de la plata
Y no volví más a tu puesto del rastro a comprarte
carricoches de miga de pan, soldaditos de lata.
Con la frente marchita (Mentiras piadosas, 1990)
De Tarantino me quedo con sus diálogos irrepetibles, con su devoción por los géneros y con su respeto por los grandes, a los que rescate del olvido para convertir en mitos de las nuevas generaciones. Hablemos de esto último. David Carradine, por ejemplo, mister Kung Fu. Soy lo suficientemente joven como para no conocerlo ni por reposiciones veraniegas, pero para mí ya forma parte de la historia, incluso de mi bagaje personal. Reconozco haber intentado ligar con la retórica de Bill, un personaje que apenas necesita veinte minutos para ser lo mejor de la saga Kill Bill. Recordemos si no el circunloquio eterno acerca de los superhéroes para hacer comprender a Breatrix que es una asesina. Memorable.
Parecidos son los casos de Michael Madsen, en la misma producción o en Reservoir Dogs; o de John Travolta, esta vez en Pulp Fiction. Y es precisamente en este peliculón, Pulp Fiction, donde aparece uno de los más grandes personajes del cine contemporáneo. Hablamos, como no, del Lobo, el señor Lobo, llámadle Winston.
Harvey Keitel es un tipo duro; un pedazo de actor de una generación de pedazo de actores. Su selección de personajes lo dice, además, todo sobre su integridad profesional, aunque últimamente se le haya visto en cosas como La búsqueda, etcétera. De la galería de personajes carismáticos que compone Pulp Fiction, el señor Lobo es, sin duda, el más recordado. Me quedo con algunos detalles: las anotaciones en la libreta (Vincent –white-; Jules –black-;Jimmy; Bonny; One body, no head); la desalmada escala de valores que desprende la secuencia (hay un negro exangüe en el asiento de atrás; sin embargo, el problema radica en deshacerse del cuerpo con celeridad para que el personaje de Tarantino no tenga un problema con su mujer, "es de esas histéricas"); la fascinación de Jules por la elegancia, madurez y respeto por las formas del Lobo, y, por supuesto, la forma en que el Lobo “controla”.
Todo ocurre en once minutos de metraje. Suficiente para que cada una de sus frases sean hoy citas célebres:
-“Estoy a treinta minutos de allí; llegaré dentro de diez.”
-“Soy el señor Lobo, soluciono problemas.”
-“No empecemos a chuparnos las pollas todavía.”
-(A la hija de Joe el monstruo, Rachel: “El hecho de que seas una personalidad no significa que tengas personalidad.”)