domingo, 15 de junio de 2008

De purísima y oro



No me gustan los toros. Si estuviera en mi mano, haría desaparecer la "fiesta nacional" con un chasquido de dedos. Mis argumentos no son nada humanos: me duele el innecesario sufrimiento del animal, pero tampoco me quita el sueño. Simplemente, creo que un pueblo no puede unirse en torno a una liturgia que acaba en muerte, por mucha antropología, arte, versos y milenios de hábito que respalden a la tradición: de ahí jamás puede salir nada bueno. Luego hay cuestiones más banales, como que me irrita la gente que pide a otros el valor que no tiene y poco menos que le exige la inmolación con el único argumento de haber pagado una entrada.

Tampoco sé mucho de las suertes de este negocio. Me lío con los nombres de las piezas de la indumentaria y me siento incapaz de distinguir una chicuelina de una media verónica. Además, todo en el tendido parece pétreo, recalcitrante, con aroma a naftalina.

Descubrí a José Tomás hace muchos años, por los comentarios de ese periodista, ejemplo a evitar, llamado JRdlMorena. Comencé a bucear por internet, por mera curiosidad, y encontré algunos vídeos que me emocionaron. Una de esas cosas que pasan pocas veces, como cuando te enamoras, por ejemplo, o como cuando a los ocho años te das cuenta de que has encontrado tu casa y que por nada del mundo pisarás otro estadio de local; sentí la certeza absoluta de que por escaso bagaje que tuviera -y yo no había estado en una plaza en mi vida- estaba ante el mejor torero que había existido.

Antes del descubrimiento pensaba, por algunas corridas que había visto de niño en casa de mi abuelo, que todos los toreros hacían más o menos lo mismo: capote, banderillas, muleta y pinchazos; al ver a JT me di cuenta de que su arte era como quitarle a todo lo que hacían los demás la vulgaridad, el artificio, el barroquismo y el valor impostado. Busqué en el diccionario y eso se llamaba esencia. El resto me seguía pareciendo lo mismo.

Luego conocí algunas cosas que me conquistaron definitivamente. Como que se niega a ser televisado (recuerden el ejemplo del Negro jefe), que huye de las estampitas y de las cortes de aduladores con aliento de fino; y que prefiere dedicarle una faena a Sabina antes que al rey.

Pude verlo en Valencia, creo que en 2002: todo fue gris. Luego vino la ausencia de un lustro y, al fin el regreso, ruidoso hasta la saturación, y con las televisiones de nuevo a la cabeza del efecto Liverpool, esta vez, sobre un torero.

En la última semana se ha consagrado definitvamente con seis orejas en Las Ventas, y según los expertos, es el mejor torero en muchas décadas. Dicen que sería feliz muriendo en la plaza; que prefiere una cornada a dar un paso atrás, y que vive persiguiendo el fantasma de Manolete, otro torero republicano e injustamente vinculado al Franquismo.

Sigo pensando que habría que acabar con esto, pero mientras nos ponemos a ello... qué quieren que les diga. Les dejo el vídeo de lo que ha ocurrido hoy. Ha sufrido tres cornadas y está grave. Más abajo, cuatro versos de Joaquín Sabina.

Y no se corten, estoy listo para el trance antitaurino.

"Otra vez sin hincarte de rodillas,
otra vez dos orejas por faena,
otra vez susto y cal, morbo y arena,
otra vez empapando las camillas."

10 comentarios:

Neófito dijo...

A mí tampoco me gusta el toreo, pero mis disquisiciones acerca de ello son similares a las de Nota, por lo que no me extenderé en ese sentido, pues ya lo ha hecho convenientemente el predecesor.
A lo mejor esto tampoco resulta muy popular, pero me gustó bastante una película que pienso que retrata de manera fehaciente y emotiva la esencia y el entorno de la tauromaquia. Eso sí, con unos toques cañís indispensables porque me daba la impresión de que también se rodó para delectación de los yanquis. De hecho, en el filme, estrenado en 1989, aparece una jovencísima Sharon Stone, aparte de otros ilustres como Antonio Flores, Guillermo Montesinos o el Marqués de Villalonga. Se trata de "Sangre y arena", basada en la novela de Vicente Blasco Ibáñez.

morena dijo...

Vivo justo enfrente de la plaza de toros de Alacant, es junio (finales), desde el sábado dieciocho hasta.....paso de pensarlo....tenemos toros toooodas las tardes, ellas con claveles rojos y abanicos, vestidas de lujo, claro, ellos algo menos, un polo con la banderita española en la solapa del mismo, gomina y sombra, por supuesto......en fin un lujo...

saludos

morena dijo...

He dicho dieciocho, quería decir catorce

diafebus dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Vicè dijo...

Comprendo cuestiones como la tradición, la legítima emoción de ver el toreo de José Tomás, al parecer heroico y singular, u otras cosas, como que la fiesta garantiza la supervivencia de esa raza de toros, y que viven sanos, tranquilos y felices hasta la fatídica tarde. Pero a mi tampoco me gustan los toros. Me aterra ver incluso las fotografías de prensa, con el animal desangrándose, sufriendo una muerte lentísima.

¡LLUEVE REVOLUCIÓN! dijo...

Odio los toros, como al menos es una costumbre imposible de erradicar (¿cultura?JA) podían hacer como en Portugal, más teatrito con los "forcados" (perdón, no sé si tiene traducción) y no matar el toro en la arena, a vistas del público.
No voy a soltar la retahíla de siempre contra el toreo y su condición, pero de verdad que es algo que me duele mucho.

Besos PoP

júlia dijo...

"A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la sábana blanca
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llévó los algodones
a las cinco de la tarde,
y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde,
y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde,
¡y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tade.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!



*Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. (1934)
LA COGIDA Y LA MUERTE.
FEDERICO GARCÍA LORCA.

júlia dijo...

Bueno Nota eres una caja de sorpresas.
Personalmento no tengo "los toros" como afición más bien suponen para mi un rompecabezas. No logro entender el disfrute del sufrimiento. Ver imagenes de una corrida me hace viajar inevitablemente a los circos romanos. Al lugar en el que el ser humano mostraba sin pudor al bárbaro que lleva dentro.
No creo que un espectáculo taurino sea una manifestación cultural sino una perversión de algún instinto que los humanos hemos conservado.
Puede que esa emoción que describes sea una satisfacción de ese instinto, como puede serlo el enamoramiento. Pero no puedo dejar de lamentar que sea precisamente el sufrimiento de un ser vivo lo que muchos pretendan identificar con una supuesta fiesta de una supuesta nación.¨
La muerte no es una fiesta, ni el sufrimiento. Sería mucho más hermoso si esas personas que pagan cantidades astronómicas invirtieran ese dinero, no se, en repoblar bosques. Eso sí sería una fiesta del instinto de vida.

Forlati dijo...

No tinc bones paraules que dedicar a José Tomás ni als toreros en general. Se supon q és una mostra de "hombría" monumental estar a punt de palmar i seguir en peu fins tallar la tercera orella? ¿Per a qué? Per a eixir a muscles d'una plaça de bous?

Jugar-se la vida per un bocinet de glòria? Més enllà del maltractament animal, em pareix un maltractament a l'inteligència humana, un anacronisme d'abans del Segle de les llums, una confirmació de l'escassa evolució de l'espècie humana.

I encara aixina entenc el post del Nota, perque si soc capaç de distanciar-me de tot açò, veig que tenen lo seu.

En fi, reconvertim les places de bous en teatres a l'aire lliure i escenaris de concerts.

morena dijo...

Por cierto, en Alicante los de la reventa están jodidísimos, se las van a comer enteritas, si de normal hay uno o dos purulando, hoy me asomo a la ventana y parece un mercadillo...en fín