jueves, 5 de junio de 2008

Exilios y obsesiones


Siempre he sido un tío simple. No me gusta mucho trabajar y las pequeñas rutinas me satisfacen. Puedo pasarme un verano buscando rinconcitos discretos para leer: una terracita junto al parque, un banco en el Botànic, escapadas en solitario a Las Arenas... pero vuelta al pueblo, siempre vuelta al pueblo; recoger a los amigos cuando a Lorenzo le entra modorra y empezar la liturgia de bar y cañas, conversaciones perfectamente prescindibles que engendran lealtades eternas.

Ya se imaginarán que mi exilio es más interior que de fuera (“No hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió.”). Mis sueños de escapada siempre obviaron el espacio; transitan por la línea del tiempo, los recuerdos que no tengo y las aventuras vividas por otros.

Hasta bien mayorcito viví ensimismado, soñando con haber sido un hijo del baby-boom, una cabecita más de la masa que poblaba Vallejo en las tardes de los primeros sesenta. Sí, una obsesión. Por suerte, un día Jerez me puso en bandeja de plata la cabeza de mi primer fantasma.

También he soñado con trabajar con Cortázar, y hemos subido juntos con un bloc en la mano los escalones rojos de sangre de cualquier construcción precolombina, mientras el gurú descabeza prisioneros para saciar la sed del Sol, y hemos escrito juntos La noche boca arriba.

Y asistí como corresponsal a la defensa de Madrid, lideré una turba de fanáticos homicidas en la toma la Bastilla y capitaneé una emboscada para robar fuego al principio de los tiempos; corrí delante de los grises, remonté el Congo y me emborraché con Chinaski en una casa de putas.

Estos son mis exilios, pero para vivir no puedo irme a Noruega con ustedes. Mi patria son mis amigos, mi familia, mis amores fracasados y mis obsesiones. Y al menos en esta vida, cada una de ellas habita en Valencia.

8 comentarios:

Neófito dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Neófito dijo...

Fantástico y evocador relato.
"El sueño de un hombre es parte de la memoria de todos" (Borges)

Nota dijo...

Neófito, llueve.

¡LLUEVE REVOLUCIÓN! dijo...

Pequeños placeres, me apunto.
Así hay que vivir, "¡embriagaos! para no sentir el fardo del tiempo..."
Yo también he aprendido mucho del día a día (cada vez más aquí que allí, pero sin olvidar allí), hay pequeñas sonrisas que nos esperan a la vuelta de la esquina si estamos dispuestos a encontrarlas.
También, he pasado muchas horas sola, escuchando las vidas de otros. Me he adormecido, libro en mano, bajo un ciprés. Me he bañado en un río y después he dejado mi cuerpo secarse al sol. He viajado mucho (ya lo he dicho en algún ocasión, deberíamos medir la vida en viajes y no en años)y me he conocido tan bien...He pasado muchas noches mirando como las estrellas se mezclan con el humo de algunos cigarros. Y también, he comprendido que que alguien no te quiera como tú quieres, no significa que no te quiera (como decía aquella canción).
Todavía no he tenido saudades de Valencia, sí de otras tierras y de personas que estén donde estén siempre están.
Donde yo esté, estará mi casa, y no al revés.

¡Besos PoP!

Neófito dijo...

Nota, por mi morada ya luce el sol. Supongo que los astros serán tolerantes con nuestra partida. De momento, mantenemos la cita y esperemos que el tiempo y la autoridad la permitan.
Si falla la meteorología habrá que adelantar la ingesta de cervezas.
Saludos!

Forlati dijo...

Brillant. Mereixqué la pena esperar.

Comtessa d´Angeville dijo...

Genial senyoret.

No sé a qui va ser que parlant d´exilis li vaig dir que no podria allunyar-me massa d´aquesta part del Mediterrani... València en concret no, una miqueta més al sud sí...

Vicè dijo...

Excel·lent.

Els meus exilis, en canvi, no poden ser mai interiors. Tinc una relació amb València molt particular, farcida d'amors i odis. Moltes vegades la sensació d'asfixia m'obliga a agafar un vol i anar-me'n on no conec res ni a ningú.